Notícies de la Casa pairal dels mallorquins. Pregar a la Cambra santa. Teologia i espiritualitat de la Moreneta de Lluc.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Un Nadal de fa 75 anys

Poc abans de Nadal no està fora de lloc reproduir una crònica de la nit de Matines de l’any 1940 a Lluc. La trobam a la revista que duu el nom del Santuari, núm 233, pag. 13. A l’època no eren permesos escrits públics en català. Altrament queien damunt l’autor sancions de tota casta. Només feia un any de la trista victòria franquista. El cronista és el P. Rafel Juan, molts anys arxiver del Santuari i mort el 1989 a Lluc. La seva ploma, malgrat un cert amanerament, ens transmet l’esperit nadalenc que encara avui estremeix els fidels pelegrins que pugen la muntanya.
  

Concurridos como pocos años han sido los del presente. Horas antes de empezarse, con dificultad podía elegirse puesto, porque todos los buenos estaban tomados; minutos antes de las nueve, hora del comienzo, era ya de todo punto imposible penetrar en la iglesia por el portal exterior. El tramo destinado a las mujeres estaba lleno hasta el tope. Por lo que familias hubo, que optaron por volver sobre sus pasos y esperar mejor suerte en los del año cuarenta.
Del tramo destinado a los hombres, a los pocos momentos de empezada la función quedaron también ocupados todos los sitios, pero como ocupantes sobraban, hubieron éstos de contentarse con apretujarse contra la reja del presbiterio o divertirse  por las escaleras del Camarín y Sacristía.
Las paredes de la iglesia, pues no podían dar mayor cabida, dieron lo que pudieron: muestras pesarosas del albergue a tanta generación negado: rompieron en copioso sudor, que pronto fue llanto deshecho, según veíamos defluir los regueros desde lo alto de las pilastras.
Continuaba el canto salmódico y no cesaba la gente de pugnar por entrarse. Abrióse el portal mayor y muchos expusieron sus cuerpos al frío y a la lluvia para no exponerse a negar a sus ojos el hermoso espectáculo de la adoración y a sus oídos la suavísima música de los “blavets”.
Al canto del Te Deum laudaumus inúndase de luz la iglesia y la inmensa muchedumbre, ávida, se pone en pie. Ya desde lo alto del presbiterio el Niño Jesús extendía sus bracitos, mostrándonos su corazón, y desde su cuna de pajas nos mandaba el sonrís dulcísimo de la paz.
Acabó el canto litúrgico y comenzó la adoración.
Al Niño de Belén fueron a adorar los pastores con zamarras y rabeles, no sacerdotes con rozagantes vestiduras litúrgicas; séanos permitido en esta noche juntarnos al coro de piadosos pastores; ya cantan en el Cielo loa Ángeles su liturgia «Gloria in altissimis Deo».
Aparece en el púlpito la Sibila. Aquel mar de personas contiene el resuello. Asciende severa la monodia, recta como el filo de la espada, y caracoleando por las bóvedas, desciende, en exuberante floración de melismas, sobre aquel silencio de emoción, que recoge las últimas notas de la melurgia con un respiro largo, intenso y profundo.
El órgano hace en el entretanto el contrapunto a la melodía; la gente cuchichea, el cantor monda y remonda el pecho, para cantar ya con voz más segura, triunfante de la primera emoción, una a una, todas las estrofas del poético canto. Al final con el acero luciente de la espada traza en el aire la señal victoriosa de la cruz.
Oyese de pronto la voz del Ángel, que desde la cuna del Niño canta a todos las palabras del texto, por antonomasia evangélico: «Annuntio vobis gaudium mágnum». Recogen de sus labios otros ángeles el «Gloria» y con el revolotear  trémulo de sus alas difunden por el templo sus ecos, mientras un coro generoso de pastores canta con animación: «Transeamus usque ad Bethlehem et videamus hoc verbum quod factum est» (Bucciali) Acaban los pastores, y óyense todavía lejanos los ecos del célico gloria que se pierden en lontananza…
Cantan luego los niños, a solas sus coplitas y unen después todos sus voces, en tres espléndidos corales de Bach y en la soberbia cantata de Hassler «Cantate Domino».
La gente está embelesada: cree ver el cielo en la tierra.
Media noche es por filo: sobre la emoción caldeada suenan graves, acompañados, los toques de las doce.
Empieza la misa.
El coro canta con gravedad las palabras de la generación eterna del Verbo «Filius meus es Tu», y los fieles se disponen a recibirle en sus pechos. Las notas jubilosas del «Gloria in excelsis» preludian la paz que traerá a nuestros corazones. Los que no han podido hacerlo todavía, purifícanse con el sacramento de la Penitencia; y a la hora de la comunión gran muchedumbre se acerca a recibir de Jesús el beso de la paz.
Acaba la liturgia. Cesan los cantos y sus últimas notas se pierden en el hielo y la oscuridad de la noche.
Los fieles abandonan el templo con dejos de añoranza y se citan para el año próximo.
*    *    *
Música ejecutada por la Escolanía bajo la dirección del Maestro de Capilla P. José Amengual:
            Salmodia y partes variables de la Misa, gregorianas.
            Terceros Responsorios, L. Perosi a dos voces.
            Anuncio y Adoración, P. G. Miralles, a solo y 3 voces.
            Pastors de Judea, J. Camellas Ribó.
            Transeamus usque Bethlehem, Bucciali, Pastoral, a 3 v.
            Llueix l’estrella: Tres Corales de Bach a 4 v.
            Entre lliris, A Rodamilans, a 3 v.
            Callad, oh Amor, Coro de M. Massot. Letra de Lope de Vega.
            Pens en Vós de día, Coro de Otaño.
            Cantate Domino, L. Hassler, a 4 v.
            Les dotze van tocant, Canto popular.
            Nadal, Coro. Luis M.ª de Sta. Teresa.
            Adeste fideles, gregoriano.
Cantó la Sibila por quinta vez el niño Onofre Servera de Porreras, y el Anuncio del Ángel el niño Rafael Amengual de Búger.




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